Suzuki es una de las marcas implicadas en un ambicioso proyecto que se está llevando a cabo en Japón. Junto a otras marcas niponas como Subaru, Daihatsu y el gigante Toyota, promotor de la iniciativa, buscan la neutralidad climática con una nueva generación de combustibles.
Junto a Toyota Tsusho y la compañía energética japonesa ENEOS forman la «Asociación de Investigación de Innovación de Biomasa para Combustibles de Automóviles de Próxima Generación». Los japoneses saben que la transformación de la movilidad es total en los próximos años, con los eléctricos de batería por bandera y la pila de combustible y el hidrógeno verde en un segundo plano en el que trabajan casi todos los grandes fabricantes. Aún así, Suzuki y sus socios saben que es necesario buscar alternativas más sostenibles, como por ejemplo el bioetanol.
Los fabricantes japoneses, junto con sus socios, investigarán la producción de este combustible especial que permita reducir considerablemente no solo sus precios sino igualar y aumentar el rendimiento de los motores. El gran problema al que se han visto abocados es la falta de materiales especiales para los motores eléctricos y las baterías, con cada vez menos reservas de litio, el cobalto y las famosas tierras raras así como materiales químicos con precios desbordados. Otra causa más que justifica la investigación para conseguir una industria y un parque móvil climáticamente neutral.
Los biocombustibles están considerados como una alternativa correcta y eficiente, pues las investigaciones y los estudios realizados concluyen que el dióxido de carbono se toma indirectamente de la atmósfera a través de la fotosíntesis para producirlos, lo que reduce la concentración de CO2 en el aire. Sin embargo, ahora el reto de los japoneses es mucho mayor, ya que consiste en lograr un método de producción de los biocombustibles a gran escala, lo que no es nada fácil.
Los próximos pasos del consorcio giran en torno a tres cuestiones clave: La primera pasa porque la producción del bioetanol no suponga un problema con la producción de los alimentos. La segunda es buscar la forma de reutilizar la alta concentración de oxígeno que se genera en la producción de hidrógeno para no desperdiciar absolutamente nada, y la tercera es encontrar las formas más sostenibles del cultivo de las materias primas necesarias; por ejemplo, analizando la composiciones de los suelos. Solventadas estas, el siguiente paso será el de las pruebas técnicas, pero hasta entonces tienen un largo recorrido por delante.