El mercado actual se ha lanzado a los brazos del auto eléctrico. Aunque, finalmente, se admitirán otras propuestas en el futuro, como el uso de combustibles sintéticos o la quema de hidrógeno (siempre que ambos sean neutros en carbono), a partir de 2035, lo cierto es que mercados como el europeo ha ido creando unas exigencias que han llevado a que la industria se incline casi obligatoriamente por esta tecnología.
En los últimos años, se ha visto cómo los límites de emisiones han obligado a electrificar en gran medida la flota de los vehículos que se venden en los Estados Unidos o Europa, a cambio de no pagar multas por contaminación. También existen nuevas leyes europeas como la Euro 7 que vigilará dónde estará cada auto o que, para 2030, se quieren reducir drásticamente los niveles de CO2 de todos los vehículos en dicho continente.
Todo esto ha terminado por girar la balanza hacia el vehículo eléctrico, con buena parte de las marcas anunciando que sólo venderán este tipo de tecnología en el futuro. Medidas de presión que se centran en Europa pero que Estados Unidos aplicó con algo timidez hace más de 20 años.
Si en algo se parecen la California de principios de los años 2000 y la actual es por su acogida hacia el modelo eléctrico. Este Estado compra alrededor del 40% de los eléctricos que se venden en todo Estados Unidos y, desde luego, era el lugar ideal para que vislumbrara el nacimiento de Tesla. California está considerado como uno de los Estados más progresistas del país. Además, el dinero no falta (por ahora), con el lujo hollywoodense de Los Ángeles y con la meca tecnológica del país que es Sillicon Valley, junto a San Francisco. Es el caldo de cultivo perfecto para lanzar una empresa que quiere ser completamente disruptiva.
Mucho mejor si, además, el propio Estado de California empieza a poner en marcha normativas que, directa o indirectamente, van a favorecer a los clientes. Esto se refiere a la obligación de matricular un 2% de eléctricos… en 1998. Sí, antes de llegar el Siglo XXI, California a través del California Air Resources Board ya obligaba a los fabricantes a matricular una pequeña cantidad de vehículos eléctricos si querían vender en ese Estado.
Las exigencias, además, iban creciendo. En 2001 era necesario matricular el 5% de sus ventas y en 2003 se elevaba la exigencia hasta el 10%. Una normativa que, finalmente, dejó de aplicarse pero que recogía la clara vocación política que existía por el desarrollo de este tipo de tecnología.
Para adaptarse a estas exigencias, Toyota ya tenía un modelo completamente eléctrico. En 1997 había lanzado el Toyota RAV4 EV, un modelo completamente eléctrico del SUV que sólo se puso en suelo norteamericano con una fórmula para empresas. Era un modelo con una batería de 26 kWh de capacidad, que hacía unos 160 kilómetros y estaba limitado a 126 km/h.
¿Que el país democrático obligaba a los fabricantes a vender autos eléctricos antes de que entrara el Siglo XXI? Sí. Y ese es el origen de esta historia. El Toyota RAV4 eléctrico con corazón de Tesla.
El modelo estuvo disponible hasta el primer cuatrimestre de 2003, cuando Toyota decidió descontinuarlo por completo. Pero no sería el único Toyota RAV4 EV que se vería. Poco después, ambas compañías llegaron a un acuerdo. Uno que permitió a Tesla salir de una situación crítica y a Toyota seguir experimentando con la tecnología.
Al tiempo que Toyota dejaba de lado su SUV eléctrico, en Silicon Valley se daban los primeros pasos de una nueva compañía llamada Tesla. Poco después, ya en 2006, Tesla lanzó al mercado el Roadster, un modelo eléctrico que sorprendía por su potencia y que rápidamente atrapó la mirada de los ricos locales. Por ejemplo, George Clooney fue uno de los primeros en hacerse con uno… aunque años después renegara del auto.
Con el paso del tiempo y de los años, el futuro parecía prometedor para Tesla… si la quiebra no llegaba antes. Elon Musk invirtió más y más dinero en la compañía, ganando acciones y poder en la empresa. Pero el riesgo de quiebra amenazaba el posible crecimiento de la compañía. Así se llegó hasta la frontera de una nueva década pero, justo antes, Daimler dio un poco de oxígeno extra a Tesla cuando parecía herido de muerte.
La ayuda fue suficiente para dar el siguiente paso: producir el Tesla Model S. Había llegado el momento de tener una fábrica propia y lanzar al mercado un nuevo eléctrico. Era un todo o nada en el que resultó clave Toyota. Los japoneses invirtieron dinero en la empresa de Elon Musk a cambio de que éstos le ayudarán a sacar adelante un nuevo RAV4 EV. Tesla, además, se hacía con una fábrica de Toyota en Freemont, clave para producir sus propios vehículos. Era 2010.
Dos años después, en 2012, Toyota presentaba su nuevo SUV eléctrico. Uno en el que había sido clave el trabajo de Tesla aunque se trataba básicamente del cascaron del RV4 con los motores y baterías de Tesla. Los estadounidenses habían trabajado codo con codo con los nipones para ofrecer todo su conocimiento en dicha tecnología.
En ese momento, Toyota presumía de un auto que podía realizar 160 kilómetros en modo completamente eléctrico, que con su propulsor de par inmediato podía acelerar de 0 a 100 km/h en poco más de siete segundos y cuya velocidad punta era de 137 km/h. Su potencia era de 154 hp y no se especificaban tiempos de carga más allá de que la potencia máxima admitida era de 9,6 kW. Ah, y el coeficiente aerodinámico era de nada más y nada menos que 0,30 Cx, “más bajo que cualquier otro todoterreno del mundo”, recalcaban en la nota de prensa en ese tiempo.
Pero la colaboración no terminó de convencer a ninguna de las partes. Del entusiasmo inicial con el que Toyota había invertido una cifra cercana a los 100 millones de dólares en Tesla en 2010 poco quedaba unos años después. El RAV4 EV había estado en el mercado durante tres años y había vendido unas 1.500 unidades. Una cifra muy por debajo de las 2.600 unidades que Toyota decía esperar fabricar y vender en el anuncio de su lanzamiento.
Los caminos acabaron por separarse en 2017, cuando Toyota vendió lo poco que le quedaba de su participación en Tesla. En 2016, ya Toyota había puesto en marcha su propia división para desarrollar vehículos eléctricos. Una tecnología de la que, ahora, son los mayores escépticos. Tesla, sin embargo, ha conseguido alzar al Model Y como el SUV eléctrico más vendido del mundo.